El deseo de comer cuando no se tiene hambre es un buen indicador de que se desea algo menos perceptible que la comida, pero muchas veces no se sabe que es.

En estas ocasiones la comida se convierte entonces en nuestro refugio y a veces acudimos a ella por otros problemas emocionales como la insatisfacción, la carencia de algo, el aburrimiento, los problemas cotidianos y también muchas veces para gratificarnos por logros alcanzados.

Desde niños/as nos han inculcado la idea del alimento como premio, castigo o también como alivio a distintas dolencias: si nos caíamos y llorábamos, nos consolaban con la promesa de regalarnos golosinas; si rehusábamos a tomar la sopa o comer pescado, nos quedábamos sin postre; si sacábamos buenas nota en el colegio nos premiaban con dulces y chocolates etc… es cierto que gratifican, alivian el dolor y la tensión creando un efecto biológico reconfortadle pero solo es temporalmente, luego nos quedamos con la consecuencia de los excesos cometidos y la confusión de no saber en qué momento nuestro organismo necesita de los nutrientes esenciales para cubrir las necesidades vitales.

Estos hábitos inconscientes sobre la alimentación nos hacen presa de nuestros deseos  ocultos y hacen que muchas veces nos comportemos como criaturas. Un correcto despertar espirtual pasa por reconocer y detectar nuestras verdaderas necesidades alimentarías, sin querer esconder nada, sino reconociendo nuestros comportamientos y sacándolos a la luz para poder mejorar.

Podemos empezar por aprender a escuchar lo que nos dice nuestro cuerpo físico. Él sabe cuándo, cuánto y qué quiere comer y sus necesidades nutricionales; él es el que necesita de los alimentos para mantenernos saludable. Es importante en este proceso no olvidar a nuestro cuerpo emocional que puede comportarse como un niño/a  rebelde, si los cambios son drasticos o trumáticos. Aunque siempre es el alma la que debe gobernar a los 4 cuerpos inferiores, es necesario realizar transiciones de un modo armónico.

Para hacer esto es necesario alcanzar la posibilidad de estar al margen de los convencionalismos como el de comer tres veces al día, tomar suplementos o si no como me faltarán nutrientes… Estos son condicionantes de la sociedad y de la cultura pero que fácilmente podemos detectarlos y neutralizarlos.

Descubrir nuestras dependencias emocionales que “tapamos” con la comida y ver con claridad aquello que ocultamos con la comida puede ser muy revelador para nosotros.

Según nuestro estado de conciencia necesitamos comer un tipo de alimentación u otra, incluso podemos llegar a no necesitar comer demasiado o comer sólo determinados productos (hay quien vive únicamente de naranjas) o  incluso llegar a vivir del prana.

La mayoría de las personas utilizan el alimento como un aislante emocional del malestar que les provoca llevar una vida sin sentido, carente de motivaciones y desconectada de la Primera Fuente.

Con el fin de protegerse o de aislarse, comen más o menos alimentos, se intoxican atiborrándose con alimentos poco saludables o se privan de sus nutrientes necesarios con dietas extremas creyendo que esto ayudará a resolver sus problemas emocionales, huyendo y refugiándose en el consuelo, el olvido o la satisfacción que les provoca comer.

La falta de autoestima puede empujarnos a buscar erróneamente soluciones a través de la comida pero lo único que se consigue es ir deteriorando la salud mental y física. Los cambios en la dieta deberian siempre estar sustentados por cambios en nuestras conciencias.

Así nuestro estado de conciencia marca nuestro comportamiento emocional y por tanto la alimentación que llevamos. Comer también es un acto social destinado a establecer lazos afectivos, aunque esto también es una necesidad emocional que a según que seres puede ya no ser necesaria o puede suplirse con sopas, te o agua.

Es de mucha utilidad tomar nota de todo lo que ingerimos, también prestar atención a nuestro entorno, como por ejemplo, si estamos solos o acompañados, cual es nuestro estado anímico (Aburrido, triste, alegre), si el lugar es agradable o no. si nos tomamos el tiempo necesario. etc.

Explorar todos estos datos y volcarlos en un registro diario es una opción válida para examinar nuestra conducta y ver que situaciones emocionales influyen a la hora de alimentarnos.

La vida cotidiana nos enfrenta todos los días a distintas situaciones más o menos complejas que resolver y de las cuales no podremos huir, por lo tanto buscar otras alternativas para canalizarlas será más saludable que solo tratar de resguardarse a través de la comida. La vida es una serie infinita de oportunidades para demostrar comprensión y amor incondicional . Podemos mostrar también esta  comprensión y autoestima hacia nosotros mismos al comer o dejar de comer de un modo consciente.